miércoles, 16 de abril de 2014

LA POSADA REAL DE LAS VEGAS


Buscando desconectar de la agitada vida de Madrid, en ocasiones solemos planificar viajes a destinos lejanos.... Y nos olvidamos de los tesoros que tenemos para disfrutar mucho más cerca de lo que podemos imaginar.

El lunes por la mañana cogí mi coche dirección Requijada. Yo no dispongo de GPS, pero ni falta que hace porque seguí punto por punto las indicaciones de cómo llegar que aparecen en la web. Y según iba avanzando en la Carretera de Burgos y en la comarcal N-110 me iba entusiasmando de lo bonito del paisaje.

Mientras iba pasando por los pueblos del lugar: La Veguilla, Arcones, Pedraza... me venían recuerdos de cuando era niña. De cuando iba a visitar a mis abuelos en el pueblo, de cuando nuestros padres acostumbraban a llevarnos a pasar el día en el campo...

Y al final del destino Requijada y la increíble estampa de esa casa con el techo inclinado. Dejé mi coche al final de un camino, allí no hay problema de aparcamiento... y me recibieron Ana y Nono mostrando todo su gozo por verme.
Pero aún más sorprendente es adentrarse en la casa. Desde fuera ni te imaginas el universo tan grande que descubres cuando entras dentro de aquella hermosa posada.

Ni el mejor profesional fotográfico sería capaz de poder captar verdaderamente la auténtica esencia de aquel lugar. Para ello, no queda otra, hay que vivirlo, experimentarlo en vivo y en directo.

En aquel entorno percibes cosas tan diferentes: el olor, la luz, los colores, los sonidos... naturaleza y vida en estado puro.

Aprovechamos para dar un paseo por el pueblo con total tranquilidad. Nada que ver con el paso acelerado que llevamos en la ciudad, en la que además nuestra mente parece ir delante incluso de nuestros movimientos. Charlamos tranquilamente con los vecinos del pueblo. Ana me enseñó también la villa de Pedraza y disfrutamos de una bebida en su plaza. También me enseñó una preciosa construcción de una ermita que aún estando cerrada debido a que su techo había cedido, conservaba mucho su bonito encanto, bonitos capiteles y arcos en su fachada.

Y luego fuímos a comer a la posada. Ana me preparó algunas de las especialidades: ensalada de naranja, albóndigas y un postre delicioso de yogurt y fresas.





Mientras comíamos, se escuchaba el sonido de los pájaros. Hasta se posaban en el alféizar y golpeaban con el pico el cristal de las ventanas. Se disfrutaba completamente del sabor de los alimentos. La luz tan limpia penetraba en la sala y convertía cada instante en algo mágico, en el que parece que te olvidas de la existencia de cualquier otro tipo de espacio.

La sensación dentro de la posada es de paz y quietud. Dispone de un salón en la entrada, una biblioteca y cada una de las habitaciones es única, hasta el último de los detalles. En las camas dejan cada noche una tarjeta con una frase dedicada. Y es tan acogedora que es imposible resistirse a un sueño plácido y reparador en todos los sentidos.






Podría describir muchas más cosas y sé que siempre me acabaría quedando corta. Ninguna palabra alcanza a describir todas las sensaciones de disfrutar de unos días allí. Sé que para poder apreciarlo es necesario poder vivirlo en primera persona.

Yo estaré por allí, con un fin de semana dedicado a la relajación. Y en un paquete especial que se ha preparado para el 26 de abril se incluye además de la habitación, desayuno y cena para una noche, una sesión individual de reiki y coaching o lectura de registros akáshicos. Para mí será un placer poder verte allí. Para mi será un placer poder estar de nuevo con vosotros, Ana, Nono, mil gracias por tanto cariño y cuidados.



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